De pequeña, nunca me imaginé que sería psicóloga. Mi camino comenzó en el ámbito de las Humanidades, porque mi pasión por la literatura me llevó a querer compartirla con jóvenes de bachillerato. Sin embargo, pronto sentí la necesidad de un enfoque más profundo sobre las dinámicas sociales, lo que me llevó a estudiar Trabajo Social. Al llegar a España, me encontré con que la homologación de mi título me llevaría años, así que decidí dar un giro y me matriculé en Psicología. Y aquí estoy, disfrutando de la profesión que elegí.

Mi trayectoria comenzó con un proyecto que marcó profundamente mi vida: un taller de Teatro Terapéutico para mujeres víctimas de violencia de género. Desde siempre he creído que, para sanar, es necesario también intervenir en el cuerpo, esa caja de resonancia de todas las emociones y vivencias. El cuerpo es nuestra principal herramienta de trabajo en el espacio teatral, porque a través de él podemos revivir memorias emocionales mediante la expresión, la improvisación, el juego y la conexión grupal.

A la par de este trabajo, me di cuenta de que la formación académica, por más completa que fuera, no podía abarcar la complejidad de la psique humana. Así que comencé a ampliar mis estudios con másteres que me brindaron nuevas perspectivas. Fue en ese momento cuando decidí comenzar mi propio proceso terapéutico. Ser paciente me ha dado una visión única sobre el dolor y las dificultades relacionales que ninguna formación académica puede ofrecer. A lo largo de los años de acompañamiento terapéutico, he aprendido tanto de mis errores como de mis aciertos, he cerrado duelos, me he enamorado, he crecido y, sobre todo, he aceptado mis imperfecciones.

Si miro atrás, puedo decir con sinceridad que hice lo mejor que pude con lo que sabía en ese momento. Aprendí a soltar el peso del perfeccionismo y de la autoexigencia, lo que me permitió respirar profundamente y reencontrarme conmigo misma.

La vida me ha llevado por caminos difíciles. El dolor, la tristeza y la incertidumbre han tocado mi puerta en varias ocasiones. La última, en mayo de 2023, cuando perdí a mi pareja por suicidio. Sé lo que es sentir que el alma se hunde en un abismo, donde la esperanza parece perdida. Pero también sé que la felicidad es una elección. Si yo he podido encontrarla, tú también puedes. No es un camino fácil, pero con dedicación, autoconocimiento, amor y el acompañamiento adecuado, es posible superar incluso los momentos más oscuros.

Hoy soy una mujer y una profesional distinta, más madura y más consciente. Estoy profundamente agradecida por todo lo vivido y por la oportunidad de acompañarte en tu propio proceso. Si me permites, estaré aquí para ser esa brújula que te ayude a encontrar tu propio sendero hacia la paz interior.

¿Te atreves a comenzar este camino juntos?